Juré que cuando estuviera preparado te escribiría. Pues bien,
creo que ha llegado ese momento.
Es, cuanto menos raro, escribir una carta sabiendo que el
remitente jamás la leerá. Ha pasado mucho tiempo ya amigo, y para empezar
quiero pedirte perdón. Hemos sido hermanos, lo hemos compartido todo, hemos
hablado de todo, sin embargo hay algo de mi que me decepcionó.
Me paralizó el miedo, si, a día de hoy lo admito. Fui un
cobarde. Y lo que me asustaba no era una mala respuesta por tu parte, lo que me
asustaba era que no hubiera respuesta.
Llamar y preguntar te expone al saber y éste puede hundirte
con una simple noticia, o lo que es peor, la llamada que no se descuelga implica
incertidumbre y nervios que pueden desembocar en un baile de nervios hasta más
saber.
Y sí, insisto, el miedo, una sensación que ralentiza a
velocidades ínfimas y casi despreciables los actos, pudiendo incluso
congelarlos y abandonarlos en lo más oscuro de nuestra mente para después, y
sin remedio, ser motivo de arrepentimiento.
Se también, que no es excusa ,el miedo es una ilusión pero
es que es tan real…
Por eso SDB, te pido perdón. En la última etapa de tu
enfermedad, a saber la más crítica y decisiva me distancié de ti. Dejándote
incluso a la intemperie en un lugar y bajo unas circunstancias poco favorables.
Hoy al menos me puedo disculpar sin llenar mi cama de lágrimas
saladas.
Las cosas no han cambiado mucho, Torres sigue sin meter, los
políticos nos siguen vendiendo la misma mierda, las tías siguen siendo tías y
tu Barcelona ha ganado la liga de baloncesto. Eso de cara al mundo, pero de
puertas hacia dentro mi mundo está bastante vacío sin ti.
Una parte de mi se fue contigo y me quede huérfano de
sentimientos esenciales, todo me recordaba a ti y eso dolía, hasta tal punto de
dejar de salir, de dejar de ser yo. Hoy te recuerdo y sonrío porque tú te
pasaste la vida sonriendo, porque tú cuando estabas mal y yo preocupado te
preguntaba, eras el que me daba ánimos a mi. INCREIBLE.
Te recuerdo como aquello que fuiste, como aquella persona
que seguía avanzando con los ojos cerrados hacia un abismo infinito y con la
única esperanza de que el infinito se hiciera real y así poder salir de allí a
hombros. Nada de calvicies, ni de palidez en tu rostro, ni goteros. Te recuerdo
como eras antes de todo, mi negro, mi hermano negro.
Me enseñaste a creer en un mundo mejor, un mundo construido
sobre sonrisas, fe y ánimo. Me enseñaste que la vida puede ser maravillosa si
sabes vivirla y que los superhéroes existen.
Puede que jamás llegue a ser como tú, pero garantizo que mi
meta en esta vida es llegar a ser una mínima parte de ti. Y no, no te idolatro
por haber muerto, algo que está muy de moda. Te idolatro por cómo te fuiste,
ese temple, ese saber estar y ese apoyo a los que en teoría deberían apoyarte.
Me voy hermano, se que estás por aquí, te siento.
Tu putita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario